Existen pocos autores más prolíficos y con una obra tan extensa y apreciada como aquella del autor católico inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Sin embargo conocemos a Chesterton en su faceta literaria y poco sabemos acerca de su pensamiento político, y eso a pesar de que nos encontramos ante uno de los autores más heterodoxos y a contracorriente de la Inglaterra del primer tercio del siglo XX. Son precisamente estos factores anteriormente apuntados los que nos han impulsado a dar a conocer su pensamiento político en mayor profundidad a través de una recopilación de artículos que consideramos indispensables para conocer la integridad de la figura de Chesterton. Con anterioridad, en el ya lejano 2015, nos aventuramos con una obra similar en la que sintetizamos el pensamiento de Joseph De Maistre, concretamente con una antología de textos contrarrevolucionarios, donde a través de breves sentencias y reflexiones clasificadas por temas intentamos ofrecer un cuadro claro y conciso de las ideas del autor contrarrevolucionario francés. Con la presente obra el propósito es similar, puesto que los artículos que componen el libro guardan una relación muy estrecha con la crisis de la modernidad, con las contradicciones y paradojas que la emergencia de las masas en la política y la construcción de un aparato burocrático y el sistema de partidos que desemboca en la configuración de nuestros modernos sistemas políticos.
A pesar de la distancia temporal que nos separa, que las coyunturas político-ideológicas del mundo de Chesterton poco tienen que ver con las actuales en muchos aspectos y que la crisis de la modernidad como tal no se proyectaba sobre la época como hoy día, dado que poseemos una mayor perspectiva de los acontecimientos, lo cierto es que los textos políticos de Chesterton no pierden un ápice de actualidad porque aborda temas que, en el fondo, están a la orden del día. Aquellos que conozcan algo sobre la obra de Chesterton sabrán que nuestro autor no era dado a las medias tintas ni a juicios timoratos o a las tibiezas propias de la corrección política, sino que su filosofía era radical y huía de las simplificaciones y planteamientos unidimensionales. Y lo más loable de sus reflexiones es que no solamente se limitaron a una parte crítica y en sentido negativo (destructivo), sino que planteó un modelo alternativo a los problemas y desequilibrios que la democracia liberal de masas engendró en su seno. De ahí su enorme capacidad para trazar un retrato de su época, en base a la yuxtaposición del plano político, económico y social, dentro del contexto histórico y bajo unas premisas brillantemente definidas.