Sobre la masonería se han escrito miles de páginas a lo largo de las dos últimas centurias, y de hecho es un tema especialmente recurrente en cierta «literatura de la conspiración», calificada de tal manera con la intención de restar importancia y valor a su influencia de esta entidad en los últimos 200 años, en la propia configuración de la modernidad liberal. Sin embargo, la realidad, aunque a día de hoy el entramado de organizaciones pantalla tras las que se esconden las «élites» en las sombras comprende una multitud de cenáculos, organizaciones y clubes elitistas muy imbricados en las instituciones transnacionales, con capacidad para influir sobre la masa a nivel global, es evidente que toda la «realidad» que tratan de transmitirnos a través de los mass media no son sino una farsa, forma parte de un relato, una imagen impostada que poco tiene que ver con las razones profundas y subyacentes que propician los cambios y desarrollos de nuestra historia en los últimos siglos. De hecho, la masonería es responsable de una fractura espiritual profunda en el propio advenimiento y conformación del mundo moderno. No en vano, la masonería no es un producto del siglo XVIII —como nos explican historiadores como Alberto Bárcena—, nace como un instrumento de poder para socavar a las monarquías católicas europeas, y que con el tiempo emprende una serie de desarrollos, que a nivel de ritual y estructura tienen implicaciones antropológicas profundas, en lo que René Guénon concibió como masonería especulativa, para diferenciarla de la masonería operativa, que poseía un trasfondo tradicional que, obviamente, está ausente en la versión moderna.
La masonería es una manifestación doctrinal coherente con la modernidad secularizada, y podría constituir una suerte de «religión laica» o incluso una contrarreligión que ha estado en disputa con el cristianismo en relación a la definición del hombre, el orden político y el propio sentido de la historia. La dimensión histórico-religiosa que comprende la masonería es parte fundamental de su definición, y a partir de esta su pretensión de redefinir las concepciones antropológicas vigentes hasta la Revolución Francesa. Y de hecho, ahí tenemos una concepción propia del poder, la moral y lo que ellos conciben como «progreso humano». De tal modo que lo que se ha venido presentando como una «sociedad iniciática con fines filantrópicos» se manifiesta con una estructura doctrinal que aspira a modelar el espíritu de la modernidad. La masonería podría bien definirse como la síntesis de un racionalismo ilustrado, el deísmo moralizante y un simbolismo «esotérico», en el sentido de que se articula como una religión sin dogmas explícitos, pero con ritos, grados, símbolos y una teodicea implícita marcada por la idea de un progreso indefinido.

La escuadra y el compás, el símbolo más característico y reconocible vinculado a la masonería moderna o especulativa.
Es importante constatar que la masonería no es un accidente ni un fenómeno aislado, sino que forma parte de algo más vasto, de un epifenómeno que contempla la emancipación del hombre de todo principio trascendente y de toda verdad objetivada. Este es el fin último, el núcleo central, y la masonería el laboratorio que sirve para ritualizar y universalizar todo este proceso de ruptura. Sus rituales no pretenden restaurar ningún orígen prístino, todo lo contrario, más bien pretenden sellar toda salida hacia la verticalidad metafísica del hombre. Condenarlo a la horizontalidad o incluso a una falsa verticalidad, si se quiere ver así, bajo una forma de panteísmo cósmico, donde la divinidad se disuelve en la razón, la conciencia o la fraternidad universal. No pretenden tanto destruir a Dios como disolverlo. Para conseguir su propósito la masonería se presenta a sí misma como heredera de los «misterios antiguos», de la gnosis y el esoterismo hermético, pero reinterpretando todos estos fenómenos desde una postura antropocéntrica. El Gran Arquitecto del Universo, que podría ser interpretado como una noción teísta, no representa una realidad ontológica, sino que tiene un valor funcional; es un principio abstracto que permite integrar en una misma estructura a creyentes deístas, cristianos heterodoxos, agnósticos o panteístas. Y este carácter puramente instrumental contribuye, de manera consciente y deliberada (se podría decir que tiene un carácter incluso programático) a vaciar el concepto de Dios en lo que viene a ser el núcleo doctrinal del proyecto masónico.
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Cristianismo y Tradición
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 188
ISBN: 978-1-961928-34-3
Otro elemento que debemos tener en cuenta es la identificación de proyecto e intenciones, así como en el ámbito de lo político y doctrinal, entre la masonería y el propio desarrollo del liberalismo como el eje fundamental del proyecto de la modernidad. Si la masonería concibe la verdad como progresiva, evolutiva y relativa, también la política debe ser liberal, parlamentaria y basada en consensos mutuamente negociados. Los mismos presupuestos filosóficos imperan en ambos. La masonería ha buscado desvincular todo principio sagrado y trascendente de la política, toda concepción metafísica de la ley y del poder, todo aquello que no podía reducir al contractualismo liberal. Del mismo modo, está contrastado, también documentalmente, la participación directa de las logias en procesos de secularización del Estado, en el laicismo en la educación o en la promoción de las ideologías denominadas como «progresistas». La masonería es la matriz espiritual del liberalismo.
Mos Maiorum, VII (Verano 2024)
Revista sobre Tradición, postmodernidad, filosofía y geopolítica
Hipérbola Janus
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2024 |
Páginas: 172
ISBN: 978-1-961928-17-6
En consecuencia podemos afirmar que la masonería comprende una estructura interna, con diferentes vertientes (la masonería anglosajona, teísta o la continental secularista etc), con sus grados simbólicos, capitulares y filosóficos, su simbolismo constructivo, juramentos, la solidaridad intrafraternal o la lógica iniciática que ordena sus ritos. Todo ello conforma un sistema coherente que conlleva una función pedagógica inherente, la de conducir al iniciado a una concepción de arquitecto de sí mismo, como constructor del mundo sin necesidad de revelación y gracia (religiones abrahámicas), o la referencia de un verdadero principio trascendente. A pesar de no poseer dogmas explícitos, magisterios o sacerdotes posee una visión del mundo y se articula como una «religión silenciosa», como nos dice Manuel Guerra Gómez, que pretende ser una suerte de espiritualidad madura para el hombre emancipado. Su carácter gnóstico deriva de la idea de que la luz se alcanza por grados y no mediante la irrupción de lo divino, con su carácter prometeico, en la afirmación del hombre como creador de sentido, privado de todo contacto con la trascendencia. No reconocer la dimensión del fenómeno y reducirlo a una mera caricatura hace imposible cualquier comprensión profunda de la masonería, que ciertamente, y pese a su naturaleza contrainiciática, posee una cosmovisión propia y participa de un conflicto espiritual profundo que excede el marco de las ideologías y se libra en el plano de dos antropologías: la cristiana basada en la verdad revelada y objetiva, y la masónica, que gira entorno a la idea de progreso indefinido del conocimiento humano y la autoconstrucción prometeica del sujeto individual.
La puerta hermética
Giuliano Kremmerz
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2014 |
Páginas: 124
ISBN: 978-1505617979
La dimensión «teológica» y «metafísica»
Debemos insistir en la naturaleza simbólica y religiosa que viene implícita en la masonería, y solo atendiendo a su núcleo teológico que articula su imaginario podemos comprender la influencia y las dimensiones de su acción en la historia. Con lo cual no debemos hablar sólo de una organización secreta como tal, sino de una visión del mundo.
El globalismo y la restauración del cosmos
Daniel Branco
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2023 |
Páginas: 188
ISBN: 978-1-961928-05-3
Lo primero que debemos destacar es la ambigüedad deliberada que la masonería mantiene respecto al concepto de Dios, que, como ya hemos apuntado, no es accidental, sino un principio metodológico, totalmente deliberado. El Gran Arquitecto del Universo no es un Dios personal, sino una entidad simbólica destinada a permitir un consenso espiritual mínimo entre individuos que proceden de tradiciones religiosas distintas e incluso incompatibles. Esta ambigüedad implica una idea de vaciamiento, en el sentido de que la Divinidad se presenta como despojada de toda concreción ontológica. Una gran silueta sin rostro, una divinidad protocolaria, ritual, todo para presentar a la masonería como espiritual sin comprometerse con una verdad religiosa o metafísica concreta. En esta disolución voluntaria del concepto de Dios se puede apreciar esa raíz gnóstica que entiende al hombre como portador de una chispa divina aprisionada en la materia. Pero a diferencia de cualquier principio esotérico vinculado a la autotrascendencia, como podemos ver en pensadores perennialistas, en la antropología masónica se trata de un conocimiento interior vinculado a la idea de progreso en un plano material e inmanente, desde una perspectiva totalmente secular, que es donde se halla la vía de «liberación», por «iluminación progresiva» conquistada a través de grados. No es una verdad que desciende de lo alto, y ni tan siquiera una elevación del hombre hacia esa cúspide espiritual, sino algo que procede de dentro, pero que se desarrolla en un plano totalmente humano y material. De tal manera que Dios queda disuelto en la propia subjetividad humana, y deja de ser una realidad independiente para convertirse en un símbolo de la aspiración humana a la perfección. Y este punto representa una ruptura radical con toda la tradición religiosa y espiritual del hombre europeo. A partir de ahora, la perfección «espiritual» pasa a depender de un proceso flexible de ilustración gradual, de una autoconstrucción subjetiva fundamentada en abstracciones codificadas.
En el marco del cristianismo se aprecian estos detalles vinculados a la concepción antropológica en la que mientras éste considera al hombre como criatura, la masonería nos habla del hombre como constructor. En el cristianismo la verdad viene dada, mientras que en la masonería es elaborada. El cristianismo exige obediencia a lo que trasciende, mientras que la masonería, en su forma moderna, exige emancipación respecto a lo que trasciende, expresando dos modelos de civilización incompatibles.
El templo del Cristianismo
Para una retórica de la historia
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2017 |
Páginas: 202
ISBN: 978-1542706476
Obviamente, y siguiendo el desarrollo de sus particularidades internas, la masonería también impone una pedagogía de la autorredención, con el hombre moderno que se edifica a sí mismo mediante el discernimiento que se deriva de la razón, de la función discursiva e intelectual, con una jerarquía desconsagrada sin vínculos verdaderos, sino compromisos éticos de lealtad a la «fraternidad humana». El mandil del aprendiz es una señal de su trabajo moral y racional, y todos los símbolos son interpretados desde este enfoque antropocéntrico y horizontal.

En los países del llamado Occidente, las logias masónicas actúan públicamente, y están registradas legalmente como asociaciones civiles. En España la masonería es legal desde 1979.
Una «religión» sin misterio, cuyo fin es un pretendido proceso humano de «perfeccionamiento» en la que su estructura simbólica conserva las formas pero subvierte los contenidos. Es por ese motivo que la masonería es más peligrosa que cualquier forma de ateísmo explícito: mientras que el ateo rechaza frontalmente el horizonte religioso-metafísico, el masón lo neutraliza transformándolo en filantropía, en moralidad humanista, en progreso y fraternidad universal sin dimensión sobrenatural.
Tras todo el proceso de pretendido perfeccionamiento moral e intelectual no hay ningún fundamento espiritual, todo forma parte de la misma esencia ideológica, de una forma de pedagogía moderna: la educación como instrumento de emancipación, no de transmisión de verdades. Y en esta pedagogía podemos encontrar la misma idea de progreso indefinido que es la traducción política de su antropología teológica realizada por el liberalismo. La masonería ambiciona una progresiva instauración de un orden humano integrado, universalizado, sin dogmas, sin divisiones confesionales, sin autoridades trascendentes, que prefigura una escatología laica donde el reino de la fraternidad humana sustituye el orden religioso.
Proyección política y metapolítica
Desde la perspectiva religiosa, la masonería aparecería como una religión antropocéntrica, como una autoconstrucción humana sin referencia de verdad revelada, sin un apoyo en una Verdad metafísica. Este enfoque concreto de su antropología teológica tiene su necesario reflejo en una concepción particular del orden político. En este sentido, la masonería no es un elemento más, sino que, históricamente, ha sido un vector doctrinal que ha contribuido al sentido último de la modernidad. Y en este terreno debemos prevenirnos de la idea de conspiraciones episódicas y de esas caricaturas que hemos mencionado a los inicios, para ver en la masonería un principio organizador que ha contribuido decisivamente en la configuración de los fundamentos del mundo moderno: el liberalismo, los procesos de secularización anejos al desarrollo del Estado, la disolución de la autoridad espiritual o la reducción de la vida pública al restringido horizonte de lo inmanente.
La masonería siempre se ha apoyado en una concepción «filantrópica», una máscara convenientemente provista de ideas que promueven la «razón», la «libertad de conciencia» o la «fraternidad universal». Nociones en apariencia nobles y benevolentes, que están cargadas de un contenido ideológico preciso. No son elementos neutros, sino palabras clave de un programa de transformación política tradicional. Prevén la instauración de un mundo yermo de espiritualidad, donde la autoridad y la soberanía se puedan justificar sobre la base de postulados racionalistas. De ahí nace el Estado moderno liberal, la democracia de libre mercado atomizada, laica y contractual, que viene imponiéndose en el Occidente moderno desde el siglo XVIII y que es inseparable del imaginario masónico.
Y ya no estamos hablando de una mera participación a través de las oligarquías de partidos, tan características de las democracias liberales, o a través de políticos masones, que evidentemente los hay en un porcentaje elevadísimo. La práctica metapolítica de la masonería actúa desde un nivel más profundo, que es el que consiste en influir en los valores, en los criterios de verdad, en la visión del hombre y el clima espiritual general de nuestro tiempo. La masonería no necesita conquistar el poder formal, sino que se mueve en un ámbito más difuso, dentro de un plano cultural, ideológico y simbólico, y en esos rasgos se encuentra su eficacia.
Mos Maiorum, IX (Verano 2025)
Revista sobre Tradición, postmodernidad, filosofía y geopolítica
Hipérbola Janus
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 296
ISBN: 978-1-961928-33-6
De hecho, esta naturaleza peculiar es la que le ha permitido actuar en momentos cruciales, si no fundacionales, de la modernidad. Nos referimos a la Ilustración, la Revolución Francesa, la conformación del Estado liberal del siglo XIX, los procesos de independencia de la América española o procesos de laicización como los de la etapa de la III República francesa, como el gobierno de Jules Ferry, o la II República Española, donde un buen porcentaje de quienes suscribieron el Pacto de San Sebastián (1930) mantenían conexiones muy íntimas e imbricadas con la masonería. Y de ahí todo el entramado de logias, redes de afinidad, élites intelectuales y políticos que comparten una idéntica visión. El objetivo inicial fue derribar el Antiguo Régimen, que ciertamente sobrevivía como una carcasa vacía, y especialmente tras complejos procesos de desacralización del poder como los que devienen con el advenimiento de los Estados modernos o el Absolutismo. Estos procesos se caracterizan por tres elementos clave: la soberanía popular, el secularismo del poder público y la autonomía racional del individuo.
La soberanía popular choca directamente con la concepción cristiana de una autoridad asentada en el orden divino, con la idea de jerarquías naturales o de tradición legítima. La masonería reduce la autoridad al contrato humano, de matriz roussoniana, a través del desarrollo del constitucionalismo y el parlamentarismo característicos del Estado liberal. De ahí pasamos a la política de los «consensos», a la acción de las oligarquías políticas y el poder administrado por técnicos o la legitimación de la «opinión pública». La política se emancipa de todo principio espiritual, religioso y sagrado, y a cambio se opone un concepto de «libertad» y autonomía del sujeto privado de trascendencia. La consecuencia es una secularización que conduce a una «religión civil laica» que coincide con el deísmo masónico y se opone frontalmente a toda forma religiosa y verdad metafísica. En cuanto a la autonomía moral del individuo es quizás el elemento más profundo, porque es en la raíz del alma humana, donde la masonería pretende influir. Dado que la masonería se construye sobre la base de la libre conciencia, y no obedece a un orden objetivo, propone una moral que es progresiva, cambiante y «perfeccionable». No existe una ley natural, ni unos principios objetivos a los que atenerse, todo viene dictado por la ética de la autonomía. Es una moral sin trascendencia, horizontal, que todo lo impregna, y de la cual nace la propia concepción de los llamados «derechos humanos», que también son inseparables del imaginario masónico, al ser concebidos como la cúspide del proceso «natural» de perfeccionamiento racial del hombre.
Metapolítica, Tradición y Modernidad
Antología de artículos evolianos
Julius Evola
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2020 |
Páginas: 370
ISBN: 979-8572407778
De ahí que la masonería encierre en sí un proyecto civilizatorio, de naturaleza indudablemente destructiva, que más allá de sus evidentes intenciones de destruir el orden tradicional y religioso, también busca sustituirlo por otros fundamentos en los que pretende ver una alternativa. De ahí toda esa corriente de transformación cultural que busca dislocar el orden moral y la antropología cristiana, y que es lo que mueve a las logias a la promoción de legislaciones laicas, reformas educativas o a toda suerte de ingenierías sociales, en un proceso de desguace y disolución de todo orden tradicional precedente.

La masonería española reconoce abiertamente su complicidad e influencia en la redacción de la Constitución de 1978. Clica en la imagen para más info.
Pero, de hecho, no se trata de un plan secreto, ni hay detrás una caricatura conspirativa, que es la imagen que muchos juicios interesados utilizan para restar credibilidad a quienes advierten de la acción de la masonería. Las logias no ostentan un poder central y rector dentro de una conspiración omnipotente, y de hecho, las organizaciones pantalla que ostentan las funciones de la masonería, se han ido diversificando y adquiriendo un armazón mucho más complejo en las últimas décadas. Lo más inquietante es que toda esta red doctrinal y simbólica que emana, en origen, de la masonería, ha logrado imponerse y hacerse hegemónica, la forma mentis de la modernidad, del liberalismo y el imaginario de su ideología del progreso.
Masonería operativa y masonería especulativa
Ya hemos publicado con anterioridad algunos artículos sobre René Guénon y su relación y vínculos personales con el tema de la masonería, como, por ejemplo «Tradición y masonería en René Guénon», y creemos que es necesario ahondar en esta cuestión, pues el objetivo de René Guénon fue restituir la verdadera naturaleza iniciática de la masonería, y denunciar las desviaciones que han afectado a la Orden desde el siglo XVIII (desde 1717, con la fundación oficial de la masonería especulativa) y que su dominio original correspondería, según el autor francés, al dominio de la Tradición. Para Guénon la masonería no es un producto de la Ilustración, ni una invención racionalista ni un club filantrópico, en lo que serían formas degeneradas y tardías. La masonería auténtica, en sus orígenes, es una institución iniciática occidental, heredera de una prolongada cadena espiritual, portadora de símbolos y estructuras que nos remiten a una metafísica completamente coherente en el conjunto de las tradiciones ortodoxas del mundo.
La labor de Guénon se puede considerar de arqueología espiritual de la masonería. Trata de hacer un trabajo de revisionismo para eliminar errores, interpretaciones profanas y desviaciones modernas, además de usos políticos y filantrópicos hasta desnudar el verdadero núcleo iniciático que, pese a ser ocultado, nunca ha sido definitivamente destruido. Guénon trata de fundamentar su tesis en el terreno de la metafísica, no de la historia. Por ese motivo no se interesa por la cronología ni por los hechos. Sus análisis se circunscriben en su integridad al terreno de la regularidad tradicional, la ortodoxia iniciática y la eficacia ritual. Esta orientación doctrinal impregna todos los ensayos que Guénon desarrolla sobre el tema, que trata de exponer de manera sistemática, señalándonos lo que él considera la verdadera masonería frente a su mixtificación.
Para Guénon, la masonería sólo puede entenderse desde su naturaleza intrínseca, desde su consideración como una organización iniciática operante, poseedora de una influencia espiritual real, fundamentada en transmisiones rituales que no pueden ser alteradas sin producir fracturas irreversibles en la cadena de iniciación. Toda la desviación moderna, en clave racionalista, democrática, progresista, laicista, política o filantrópica vendría a representar una profanación de su esencia.
Dadas las limitaciones de un artículo, podríamos tratar de resumir en cuatro tesis fundamentales la idea guenoniana de la masonería:
- La masonería auténtica es una organización iniciática tradicional, heredera de las antiguas corporaciones operativas y estructuralmente análoga a otras tradiciones esotéricas.
- La degeneración moderna de la masonería se debe a la infiltración de elementos profanos, especialmente racionalistas y filantrópicos, que han desacralizado la esencia original, convirtiendo a muchas obediencias en asociaciones puramente mundanas.
- La distinción entre regularidad e irregularidad iniciática es fundamental. Guénon considera la existencia de masonerías legítimas, por su fidelidad ritual y doctrinal, frente a masonerías consideradas ilegítimas, carentes de toda influencia espiritual.
- La finalidad de la masonería tradicional es interior y transformadora, no tiene nada que ver con asuntos mundanos, como la sociedad y la política, nada que ver con la «fraternidad universal», el «racionalismo humanitarista» ni los derivados que puedan surgir de estos.
Para Guénon el núcleo fundamental de partida es diferenciar entre los aspectos especulativos y la dimensión operativa. La masonería operativa medieval, que es la que se toma como forma ortodoxa y regular, la propiamente tradicional, estaba formada por constructores, arquitectos y obreros cualificados. No se trataba de un simple gremio profesional, sino que funcionaban como órdenes con todo un cuerpo codificado de símbolos, ritos y conocimientos que se encargaban de transmitir toda una sabiduría vinculada a la construcción entendida como un Arte Divino y superior. El acto de levantar templos era una función sagrada que nos remite simbólicamente a la estructura del cosmos. Todo lo relacionado con las proporciones, con el número, la propia orientación, todo ello poseía fundamentos metafísicos.
Cuando las corporaciones se transforman, a partir del siglo XVIII, en masonería especulativa, no pierde su naturaleza iniciática sino que se vuelve interior. Ya no construye catedrales, sino que el templo adquiere una dimensión espiritual interna. A partir de este momento se produce un momento de transición, que Guénon interpreta como una continuación legítima, al considerar que la masonería especulativa mantiene los símbolos operativos, pero los aplica al «trabajo interior».
Muy diferente es el caso de la masonería moderna, cuyo diagnóstico es implacable por parte de René Guénon. El tradicionalista francés nos señala que la mayor parte de las obediencias masónicas no lo son en absoluto en el sentido tradicional del término. Estas órdenes han reemplazado la espiritualidad por la moral filantrópica, el rito por la sociabilidad, el símbolo por la psicología y la tradición por la ideología progresista.

Escenografía sospechosa, sin elementos masónicos visibles, pero de inspiración laica. En este caso es la ceremonia institucional vinculada a un «homenaje» a las víctimas de la plandemia.
Es una degeneración que se produce a lo largo de diferentes niveles, el primero de los cuales nos remite a la infiltración del racionalismo durante el siglo XVIII, a través de una mentalidad que desconfía de lo sagrado, y que trata de desterrar todo lo simbólico y metafísico. Este proceso es especialmente visible a través de las transformaciones de muchas logias, que pasan a adoptar postulados gnósticos o un deísmo minimalista que se ha vaciado de todo significado simbólico. Todo el sentido iniciático o la ley de correspondencias deja paso a la moral ilustrada y las discusiones ideológicas.
La filantropía, con todos sus significados asociados, como el que hace referencia al «humanitarismo» también supone un punto clave en este proceso de degeneración. La masonería, nos cuenta Guénon, no está para «hacer el bien», ni «para ayudar a la sociedad», ni para promocionar reformas políticas o educativas, todo ello obedece a un lenguaje y a unas intenciones propiamente modernas, ajenas a toda forma de iniciación. Reducir a la masonería a tareas propias de una ONG supone la destrucción de sus funciones originales.
Una tercera variable fundamental sería la politización de la masonería. Esta es la profanación más grave para René Guénon, porque supone la introducción de lleno de debates políticos partidistas, ideológicos o anticlericales eliminando toda posibilidad de transmitir influencias espirituales. La tarea de la masonería, y en ello insiste el autor francés, no es política, sino metafísica.
La última de estas variables señaladas por Guénon sería la psicologización del símbolo, en el sentido de que al interpretar los ritos en clave moral, psicológica o emocional, las obediencias modernas niegan su carácter operativo. El símbolo deja de ser una llave hacia lo suprasensible para convertirse en un ejercicio sentimental o en una metáfora humanista, contribuyendo a la pérdida de la dimensión efectiva del símbolo, de su poder real, en lo que marca una frontera clarísima entre la masonería tradicional y la «falsa» masonería moderna.
La masonería al servicio de la subversión moderna
En la obra de Julius Evola, la masonería aparece —específicamente en su forma moderna, bajo la forma especulativa señalada por Guénon— como un instrumento en la gestación de la modernidad en su ciclo descendente de civilización y en el auge de las corrientes revolucionarias y subversivas, en lo que se refiere a esa vertiente tan característica de los últimos siglos realizada por el liberalismo, el igualitarismo y la masificación. La postura evoliana en la materia se va desplegando a través de una serie de artículos publicados especialmente durante la década de los 40 del pasado siglo en revistas como Vita italiana, y recogidos en antologías posteriores. En estos escritos Evola analiza el papel que la masonería especulativa ha tenido en los eventos decisivos de la Modernidad, como es el caso de la Revolución Francesa, la americana precedente y la transformación del orden tradicional europeo en su antagonista moderno.
Crítica a la modernidad
Antología de textos antiliberales y contrarrevolucionarios
Joseph De Maistre
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2015 |
Páginas: 170
ISBN: 978-1508403005
Detrás de la historia visible actúan fuerzas profundas, sutiles y espirituales que sirven como una especie de veneno o fuerza disolvente que comprenden un corpus propio de ideas, símbolos, rituales e ideologías que corrompen el cuerpo colectivo de la tradición. Utilizando las mismas categorías interpretativas que René Guénon, Evola se refiere a la masonería operativa en los mismos términos y definiciones que el pensador francés, en su naturaleza iniciática, en la que están ausentes toda suerte de connotaciones revolucionarias o igualitarias, mientras que en la masonería especulativa se produce la inversión, que tiene como núcleos originarios a Inglaterra y Francia para luego expandirse por otras naciones. Evola nos señala que también pierde el carácter iniciático para abrirse a miembros de muy diversa procedencia, que son las que imponen el racionalismo liberal y toda suerte de concepciones universalistas que llevan aparejadas las ideas de nivelación social, y negación de todo principio vertical y de jerarquía. Es una transformación que marca el inicio de su conversión en fuerza subversiva al servicio de la modernidad.
La filosofía de Giambattista Vico
Emilio Chiocchetti
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2024 |
Páginas: 166
ISBN: 978-1-961928-13-8
Una de las grandes tesis de Julius Evola en su argumentación crítica, apoyándose en los estudios del historiador francés Bernard Fay, es que la masonería especulativa actuó en las sombras como catalizadora intelectual y simbólica de las grandes revoluciones modernas, y particularmente en la Revolución Francesa. De tal modo que no fueron las masas quienes protagonizaron realmente la revolución desde el inicio, sino una minoría aristocrática o noble decadente, seducida por la ideología masónica, la aristocracia decadente que profesaba devoción por los textos iluministas que contenían las bases del socavamiento de su poder, por otra parte ya periclitados y atraídos por el discurso liberal y cosmopolita. Y fueron los miembros de esta élite, y no una masa popular, quienes actuaron como agentes de transformación.

Representación de una ceremonia masónica en el siglo XVIII. Se trata de un ritual de iniciación, en grado de Aprendiz. El iniciado se encuentra con los ojos vendados por «un estado de ignorancia».
Para Evola, la masonería proporcionó a estos nobles caídos en la decadencia y privados de sus viejos privilegios feudales por el absolutismo centralista, quienes promocionaron una nueva forma de estatus bajo la promesa de pertenencia «elevada», consagrándose a la defensa de un universalismo y una idea distorsionada de élite mediatizada por los ideales cosmopolitas y humanitaristas. De este modo terminaron por traicionar la propia naturaleza jerárquica, aristocrática y espiritual de su estirpe. Esta disposición permitió generar las condiciones para la caída del viejo orden, del Antiguo Régimen, para la destrucción de la concepción tradicional del hombre diferenciado y de la idea de jerarquía, que terminó sustituida por valores de igualdad, libertades abstractas, universalistas e individualistas.
Los agentes de la subversión, que conformaban un fermento disolutorio en toda regla, no surgieron espontáneamente ni fueron fruto del azar, sino que fueron introducidos, propagados y promovidos por la masonería especulativa, y lo hicieron de manera selectiva, primero desde la élite, para luego ir descendiendo a capas más amplias. No sería la masonería quien generaría directamente las revoluciones, sino que su papel, en coherencia con lo que hemos afirmado en las primeras páginas, sería preparar ideológicamente el terreno, el imaginario se podría decir, para que la revolución se volviera posible y deseable. A través de un plan totalmente deliberado, tras madurar la crisis con su fermento disolutivo, las masas fueron puestas en movimiento como agentes de ese caos.
La modernidad y el Medievo
Reflexiones sobre la Subversión y el feudalismo
Emmanuel Małyński
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2015 |
Páginas: 214
ISBN: 978-1511913317
De hecho, frente a la sociedad tradicional, jerárquica, diferenciada y animada por la esencia de los valores feudales, la masonería impuso la ideología, una doctrina orientada hacia todas las clases, razas, religiones y naciones, un ideal abstracto de fraternidad universal y emancipación. Formas de nivelación espiritual, cultural y de civilización, en una subversión de un orden legítimo anclado en las raíces sagradas y legítimas de la tradición.
Podríamos profundizar más en las ideas de Julius Evola en torno a esta materia, pero, al igual que sucede con René Guénon, las limitaciones del artículo nos obligan a dejar el tema en este punto, no sin antes recordar a nuestros lectores que volveremos sobre este tema en un futuro próximo.









