El misterio del Mago Merlín
Adolfo Morganti
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 304
ISBN: 978-1-961928-35-0
Ofrecemos al público lector hispano una novedad editorial de primer orden, sobre la que hemos estado trabajando intensamente en los últimos meses. El misterio del Mago Merlín, de Adolfo Morganti es una obra que nos traslada a un mundo perdido, el que narran los ciclos artúricos, al que podríamos considerar como uno de los núcleos míticos más densos, perdurables y populares del imaginario y la conciencia de los pueblos de Europa. El sustrato mítico de las narraciones que lo componen no deviene solamente del rey Arturo, de Merlín (protagonista absoluto de la presente obra), o de los Caballeros de la Mesa Redonda, sino del sustrato simbólico paneuropeo subyacente, que todo este conjunto de relatos reactivan, reinterpretan y proyectan una y otra vez sobre la Europa cristiana del Medievo. Por eso, antes que nada, conviene destacar esta dimensión cultural, histórica y espiritual para entender la obra de Adolfo Morganti dentro de la gran constelación de mitos, ciclos heroicos y tradiciones del continente europeo.
Volver a la ascesis
Cristianismo y Tradición
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 188
ISBN: 978-1-961928-34-3
Las sagas artúricas
A pesar de que las sagas artúricas cristalizan en la Alta y plena Edad Media, sus motivos esenciales, que van desde el arquetipo del «rey justo», el «mago-sabio», perfectamente ejemplificado por Merlín, y la búsqueda del objeto sagrado, o bien el héroe que se somete a pruebas, lo cierto es que se remontan a estratos precristianos, y de ahí que su impronta resuene ampliamente sobre otras tradiciones europeas.
De hecho, en el caso del rey Arturo podemos ver el arquetipo perfecto de rey indoeuropeo que gobierna no solo por ostentar un poder político, mediante la fuerza o la autoridad militar, sino porque posee la legitimidad sagrada. En el caso del mago o druida, de Merlín, nos remite directamente a la figura arquetípica del sabio chamánico y oracular tan presente en la tradición celta, germánica o escita. Mientras, el Grial representa la permanencia de lo Sagrado como centro del mundo, una versión cristianizada de un símbolo universal de origen solar y heroico. Asimismo, la Mesa Redonda sería expresión de un ideal de comunidad guerrera, cohesionada por un código ético y espiritual, uno de los temas más recurrentes dentro de las aristocracias indoeuropeas. De ahí que las sagas artúricas posean una potencia y una fuerza mítica que trasciende la dimensión puramente literaria, hasta el punto que la Edad Media reelabora estas estructuras para dar una forma que es plenamente reconocible dentro del imaginario espiritual europeo, y todo ello a pesar de la obra de destrucción y desfiguración desarrollada en la modernidad y, especialmente, en las últimas décadas.
Monarquía, Aristocracia y Ética elitista
Antología de artículos evolianos 1929-1974
Julius Evola
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2022 |
Páginas: 316
ISBN: 979-8846898066
La matriz más profunda del mito artúrico es indudablemente de origen celta, especialmente británica (galesa y cornubiense) aunque también irlandesa. Dentro del universo peculiar que nos describe el mito encontramos figuras como héroes-guerreros vinculados a dioses tribales, druidas que ejercen el papel de mediadores entre dos mundos, islas encantadas y espacios liminales, así como armas mágicas y pruebas iniciáticas. La confluencia de arquetipos, de figuras que responden a un sustrato espiritual profundo y enraizado en el alma de los pueblos celtas que los conciben. Y Merlín quizás sea una de esas figuras que mejor representan la «celticidad», de manera más inequívoca, con su nacimiento fuera del orden común, algo que es especialmente enfatizado y analizado con detenimiento por nuestro autor. Su doble naturaleza humana y sobrenatural, su conocimiento profético o su papel de mediador entre el Otro mundo y el mundo visible. De hecho, Morganti, en un ejercicio de audacia y perfecta comprensión de las fuentes bibliográficas, que maneja con gran destreza, nos describe a los intérpretes y transmisores de las mismas, como es el caso de Godofredo de Monmouth o Chrétien de Troyes, todos ellos integrados en la denominada Materia de Bretaña, donde se aglutinan todo el conjunto de relatos, ciclos épicos y tradiciones narrativas en torno a las sagas artúricas, con todo el entramado mitológico asociado a la Britania céltica y a sus resonancias medievales. Se trata, como ya hemos comentado al inicio, de uno de los grandes ciclos míticos de Europa, comparable a la Materia de Roma (todas las narraciones y leyendas épicas clásicas), a la Materia de Francia (cantar de gesta carolingio) o, en nuestro caso particular, podría ser el ciclo épico castellano a través del Cantar del mío Cid como eje mítico de la identidad castellana, pues a pesar de que es indiscutiblemente un héroe histórico, el poema lo convierte en un arquetipo, donde se recurre a las mismas ideas en torno a la lealtad, el honor, la justicia distributiva, las virtudes guerreras o la capacidad de fundar orden allí donde impera el caos.
El mundo mágico de los héroes
Cesare della Riviera
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2022 |
Páginas: 256
ISBN: 979–8440943667
Es importante destacar que la Materia de Bretaña nace de la confluencia de varias capas culturales, que podríamos fijar a través de tres etapas:
- El sustrato celta antiguo: aquí nos aparecen las historias de los héroes semidivinos, druidas, batallas sobrenaturales, viajes al Otro Mundo, pruebas iniciáticas, geografía sagrada etc. El Arturo primitivo se parece más a un caudillo militar y heroico propio de los antiguos britanos, más que un rey de corte caballeresca.
- La reelaboración cristiana medieval: cuando los monjes, cronistas y trovadores reelaboran la tradición e incorporan motivos cristianos (especialmente el tema del Grial) junto con una estructura moralizante, convirtiendo la materia céltica en una especie de «drama espiritual europeo».
- Las aportaciones de la imaginación cortesana y caballeresca: en los siglos XII-XIII la corte feudal redimensiona el mito, y Camelot se convierte en un espejo de la aristocracia idealizada, en la que los caballeros son figuras de virtud, lealtad, honor y sacrificio; y Merlín adquiere su perfil de sabio mediador entre lo humano y lo sobrenatural.
El prólogo
Para introducir al lector en la obra de Adolfo Morganti hemos contado con la colaboración, siempre valiosa de Carlos X. Blanco, un gran conocedor de las raíces del mundo celta, tanto por sus propios orígenes personales, es asturiano, como por la trascendencia e importancia que viene otorgando en sus escritos a la cultura celta en conexión con toda la España de la vertiente cantábrica. En su magnífico prólogo reflexiona sobre la propia naturaleza del concepto de Civilización, categorizado en función de las herramientas que le proporciona el omnipresente análisis spengleriano, que nuestro prologuista ha convertido en una seña de identidad. Es una invitación a reflexionar sobre la identidad europea, sobre sus fuentes y las diferentes corrientes que han ido moldeando la conciencia del Ser europeo. Lo que nos aporta este prólogo es la idea de una restitución de la densidad civilizacional del mundo celta, otorgándole la importancia que merece por su dimensión histórica, antropológica y cultural, que trasciende un simple folclore o rasgo de etnografía local, para configurarse como una civilización paneuropea amplia, con un peso histórico que podríamos equiparar al del mundo grecolatino. Y en este prólogo se destaca la relevancia de la cultura celta frente a los prejuicios «clasicistas» y deformantes que no quieren ver en la «celticidad» una civilización plena, extensa y que representó un amplio ecúmene, con unas concepciones éticas, estéticas, metafísicas y de espiritualidad propias y profundamente coherentes. También conviene destacar la reivindicación de un espacio cultural y espiritual «autónomo» respecto al de la Europa central, y que abarcaría toda la vertiente atlántica peninsular como parte de una civilización celta con sus irradiaciones hacia territorios del Norte de Europa, en función de las hipótesis de diferentes investigadores y las evidencias arqueológicas, genéticas y mitológicas, en el caso de estas últimas, como el «Lebor Gabála Èrenn» sobre un hipotético origen hispánico de los irlandeses, en lo que sirve de marco para la construcción de una «Celtia Atlántica primigenia».
Conociendo a Merlín
En la propia obra resulta especialmente significativo el hecho de que el autor, Adolfo Morganti, haya dividido la obra en dos partes, entre Logos y Mythos, lo cual responde a una operación intelectual muy precisa, que pretende demostrar cómo la figura de Merlín habita simultáneamente sobre dos planos de realidad que no pueden comprenderse si se los separa, pero tampoco, paradójicamente, si se los confunde. Esta distinción va más allá de todo academicismo y prevención metodológica, y se articula como una clave hermenéutica para entender qué significa Merlín en la historia espiritual europea.
El logos, que se corresponde con la primera mitad de la obra, es una herramienta que,a nuestro parecer, Morganti utiliza para discernir, clarificar y ordenar ese material mítico en el que se enmarca la figura de Merlín sin que éste sea objeto de deformaciones ni mixtificaciones. En este caso no hablamos de una razón propiamente discursiva ni enemiga del mito, sino al servicio de su interpretación, de su conocimiento real. Para ello es necesario contextualizar históricamente a la Britania post-romana, el empleo de las fuentes medievales, la reconstrucción del mundo celta tardío y una lectura simbólica y no literal de las genealogías y las tradiciones que la nutren.
El espíritu de la civilización romana
Ne ignorent semina matrem
Pietro de Francisci
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2023 |
Páginas: 224
ISBN: 978-1-961928-00-8
El logos reconoce la densidad histórica del mito, pero también pretende rescatar una versión de Merlín, hacerlo comprensible a los ojos de los contemporáneos, de quien nos separan los siglos y, en gran medida, la incapacidad de reconocer al mito en su contexto original, sin atender a prejuicios iluministas o la superchería de la New Age, que precisamente es una forma de falsificación y degeneración que impide conocer el significado y la función originaria del mito. Godofredo de Monmouth, la Vita Merlini o los ciclos cortesanos, la Materia de Bretaña, las interpolaciones cristianas y otros tantos elementos nos sirven para mostrar las sucesivas transformaciones y adaptaciones a las que se ve sometido Merlín que, sin embargo, no pierde su núcleo, su esencia fundamental.
En cuanto al Mythos nos hace referencia al territorio, al espacio sagrado donde Merlín nace y actúa en sus formas originarias. Es el ámbito arquetípico, donde lo celta, lo mágico y lo iniciático se funden, donde se acumulan capas profundas y superpuestas de símbolos y relatos que las sociedades tradicionales usan para expresar verdades que no pueden reducirse a abstracciones, a simplificaciones a través de meros conceptos. Dentro de este plano Merlín no aparece como un «personaje literario» sino que es una figura operativa dentro del imaginario europeo, es un mediador entre mundos, heredero del druida, del profeta, el poeta y el mago. El Mythos permite que Merlín asuma sus dos dimensiones de manera simultánea: la humana y la sobrehumana, dentro de un mundo liminal, que se mueve en la frontera entre un mundo mágico e irreal y otro aparentemente histórico y material, que resulta ambivalente por momentos, y que es la encarnación de fuerzas que preceden a las fuentes escritas.
Sin este plano, sin el Mythos, el Merlín del que nos habla Morganti se vuelve un producto folclórico o un adorno narrativo privado de toda fuerza simbólica y trascendente, una figura esclerotizada en el propio relato mítico en el que se encuentra inserta. Por tanto, el Mythos constituye la dimensión real de su función sagrada.
El motivo por el cual hace uso de las dos categorías (logos y mythos) responde a una intención inicial, que es, por un lado, no reducir a Merlín a un simple mito pagano, tal y como haría el «neopaganismo» superficial, ni tampoco, por otro lado, hacer del famoso Mago una figura meramente histórica o literaria, tal y como ha hecho el positivismo moderno. La clave se halla en la convergencia de ambas categorías, que hace que Merlín sólo sea comprensible desde la convergencia de ambos planos. Con el logos podemos insertar a Merlín en el contexto de una lectura que resulta inteligible y adaptable a la mentalidad contemporánea, evitando que Merlín quede atrapado en categorías irracionales y poco claras o se reduzca a una figura folclórica sin más. Mientras, con el Mythos, en una perfecta complementariedad, conserva toda la esencia de su potencia arquetípica, que nos describe las atribuciones de Merlín como sabio, mediador, druida primordial y figura que encuentra su continuidad espiritual en la tradición europea.
Para finalizar, nuestro autor también pretende restaurar y restituir el mito en la comprensión del hombre europeo, reconciliar ambas categorías, dado que el logos moderno expulsó al Mythos y lo relegó al terreno de lo irracional, a la barbarie primitiva incomprensible. De ahí que Adolfo Morganti, en una labor hermenéutica muy destacable intente recuperar la lógica profunda del mito, mostrándolo como una forma superior de verdad espiritual. Merlín se erige entonces como el puente entre ambas categorías, a través del «mito que actúa» y el «logos que ilumina», el mismo papel que el propio Merlín cumple en la propia saga artúrica.
Por eso Merlín nos aparece como una figura resultante del humus civilizacional del mundo céltico y medieval, que no es un personaje histórico ni pretende serlo, cuyo valor resida en su biografía, sino que su valor verdadero podemos hallarlo en su sentido como generador de sentido, como símbolo actuante que a través de diferentes capas narrativas encarna una visión del mundo. En este sentido es especialmente interesante uno de los capítulos que componen la segunda parte del ensayo, y que lleva por título «Los símbolos: breves instrucciones de uso», donde invita al lector a operar un auténtico salto de conciencia, ofreciendo una auténtica guía iniciática para leer la figura de Merlín y la propia Materia de Bretaña, donde mediante un aparente análisis filológico sobre la propia semántica y significado del símbolo nos habla de una acción mucho más radical, consistente en restituir la unidad ontológica entre el símbolo y la realidad, una visión que la propia modernidad, cargada de prejuicios y una ignorancia absoluta desde la mentalidad positivista e historicista destruyeron. De hecho es imposible penetrar en el misterio merliniano a través de una simple lectura literal porque su figura no pertenece al orden de los hechos, sino al orden de los principios, y el símbolo es el único lenguaje capaz de vehiculizar y transmitirnos el sentido último de estos principios.

Adolfo Morganti
Por ello Adolfo Morganti nos enseña a penetrar en los secretos de la tradición céltica a través de un modo primordial de pensar lo real. Por ejemplo, cuando nos habla de la transmisión oral druídica, o del papel de los bardos, no está limitándose a reconstruir una costumbre arcaica, a una simple exposición, sino que nos está mostrando que esa oralidad era la base fundamental de un tipo de conocimiento que requería memoria, presencia y disciplina interior, un tipo de conocimiento no conceptual, en el que lo importante son las potencias que es capaz de despertar. Ahí queda la advertencia de los druidas respecto a la escritura, que conduciría de forma inevitable a la atrofia de la memoria y del alma en lo que es una advertencia profética del signo de los tiempos en clave claramente antimoderna. El propio Morganti nos lo advierte también claramente; la pérdida de memoria simbólica implica una ruptura con la tradición, lo que solo hace comprensible a Merlín en una cultura donde el símbolo sigue vivo, y cuenta con todo el vigor que le procura su expresión. Esto explica el hecho de que tanto Merlín como cualquier narrativa tradicional inserta en el mito y la leyenda sea entendida por el moderno como una simple «fantasía», en este caso del hombre medieval, incapaz de reconocer la realidad de los hechos históricos, en su vertiente material, la más grosera sin duda.
Creemos haber expuesto ya una serie de elementos que pueden ser muy orientativos para el lector medio, y esperamos despertar la curiosidad de quienes nos leéis, para embarcaros en la lectura fascinante que nos ofrece Adolfo Morganti, quien nos invita a una aventura intelectual y del alma a través de su obra. Con el descubrimiento de la figura del Mago nos permite revalorizar las propias raíces de la cultura europea, que si bien es grecolatina y mediterránea, también es germana, celta y nordeuropea. Y lo más valioso de El misterio del Mago Merlín es que no se limita a repetir un conjunto de lugares comunes por todos conocidos en relación al mundo de las leyendas artúricas, sino que abre una puerta hacia lo que, como decíamos, la Europa contemporánea ha olvidado. Nuestro autor devuelve a Merlín a su espesor espiritual, a su condición de sabio liminar y mediador entre el bosque primordial y el orden de la caballería, entre la memoria celta y la forma cristiana de la Europa medieval, quizás uno de los períodos más esplendorosos y espiritualmente ascendentes de nuestra historia continental. A través de estas páginas el mito se consolida como Verdad, adquiere ese rango superior que le corresponde frente a toda suerte de iniquidades hasta conducirnos a una experiencia de reencuentro, casi de redención, con nosotros mismos, con nuestra alma latente y primigenia, a una intuición que nos enseña lo que fuimos y lo que en el fondo seguimos siendo, pues quien pierde sus raíces (inevitablemente encarnadas en el mito, en la leyenda y la Tradición) termina por perder su identidad. Por eso Merlín es el antídoto perfecto frente al desarraigo y el caos disolutivo, una llamada desde la espesura de los bosques vírgenes que todavía quedan en la memoria de una Europa profunda, y desde donde las enseñanzas de Merlín todavía reverberan en la prisión urdida por la Dama del Lago.




