Una de las cualidades de lo antimoderno reside en dar prioridad a los principios, las ideas y los valores frente a toda forma de pragmatismo, frente a la hipocresía y la falta de escrúpulos en general. Es precisamente la cualidad de lo Eterno y la inmutabilidad de esos principios lo que también define la línea que, desde Hipérbola Janus, pretendemos seguir ante nuestros lectores y público potencial. Por el contrario, el hombre moderno adolece de esa integridad, de ese equilibrio espiritual y de valores, y lejos de mantenerlo por encima de las contingencias del momento, se ve sometido y guiado por éstas, adaptando siempre su discurso a aquello que conviene en cada momento. Para el hombre moderno, aquel que vive bajo los antivalores de la sociedad capitalista, lo más importante reside en el éxito personal, en la búsqueda de aquello que pueda satisfacer sus necesidades inmediatas, en lo que sea capaz de generar dinero y colmar las ambiciones propias de todo espíritu pequeñoburgués — el dominante en nuestros días. Éste se deja fascinar por todo aquello que es voluble y que, por su naturaleza fugaz, es efímero y fruto del momento.