Dentro de las tradiciones y creencias de la romanidad clásica el papel del dios Jano, que no es precisamente por azar quien presta parte de su nombre a nuestro proyecto editorial, tuvo una incidencia fundamental en lo que se refiere a la Cosmovisión del hombre romano. Este Dios, muy antiguo y venerado en su día, uno de los más respetados del panteón de divinidades romanas, expresa referencias y reminiscencias que nos retrotraen a los comienzos, a la Tradición Primordial, a través de la expresión simbólica de los rostros contrapuestos. Pasado y futuro, occidente y oriente, paz y guerra o cierre y apertura son antítesis que se ven resueltas en la bifacialidad de Jano, el señor de los contrarios, a quien se dedicaba el mes de enero, como ese nuevo comienzo renovado que, pese a reservarse el mes inicial del año natural a su divinidad, en realidad su simbolismo espacio-temporal abarcaba la totalidad del curso anual.