Escritos sobre la Navidad
Antonio Medrano
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 170
ISBN: 978-1-961928-36-7
En primer lugar, y antes de adentrarnos en el contenido del libro, queremos agradecer a la Fundación Antonio Medrano, y especialmente a Eduardo Arroyo, que haya hecho posible la publicación de este libro. Con la publicación de Escritos sobre la Navidad, del tradicionalista extremeño Antonio Medrano, tristemente desaparecido a comienzos del 2022, queremos ofrecer un modesto y sentido homenaje a las notables contribuciones realizadas a lo largo de una vida intensa y comprometida, con obras que han sido legadas a la posteridad, y entre las cuales recordamos especialmente La lucha contra el dragón y La vía de la acción, publicadas a finales de la década de los 90 del pasado siglo, ensayos que son obras de referencia en cuanto a estudios sobre simbolismo y tradición, con unos planteamientos a nivel de ascesis y superación individual que forman parte valiosa de la concepción antropológica y vital que desde Hipérbola Janus siempre hemos defendido.
La Navidad: un acontecimiento metafísico
En Escritos sobre la Navidad se exige al lector situarse en un territorio espiritual diferente al del hombre común de la modernidad, a su percepción horizontal y superficial del fenómeno religioso y espiritual. En las páginas que integran la obra, no hay lugar para el costumbrismo sentimental, los mitos historicistas o las trivialidades festivas tan comunes en nuestros días, en las que la Navidad ha quedado reducida a consumo, excesos y poco más. Cada frase que compone la obra está orientada hacia la recuperación de un conocimiento primordial, hacia el restablecimiento de un eje interior que permita comprender la Navidad como un acontecimiento de orden cósmico. Para Antonio Medrano la Navidad trasciende cualquier dimensión cultural y nos remite a un orden metafísico que nos traslada al Origen en el tiempo, nos inserta en un retorno cíclico de la Luz en medio de la oscuridad cósmica. Su pensamiento hunde las raíces en la Tradición unánime o Primordial, en la línea de autores como René Guénon, Titus Burckhardt, Ananda Coomaraswamy, Meister Eckhart, Jakob Böhme o Johannes Tauler entre otros muchos. Esta obra es una contribución para rescatar en su autenticidad original el misterio de la navidad, y liberarlo así de los lastres psicologistas y superficiales para restituirla en su verdadero rango. La Navidad es un momento crucial donde lo inmanente se encuentra con lo trascendente, en el que la historia toca la eternidad, donde el tiempo se interrumpe para dejar paso a la presencia de lo inmutable.
La Navidad nos aparece así como un fenómeno de doble naturaleza, donde se proyectan de manera complementaria, el acontecimiento cósmico y el interior; la irrupción del Sol en el mundo y su renacimiento en el alma. De hecho, la Ley de Correspondencias (macrocósmico vs microcósmico) es el hilo conductor de la obra. El Solsticio de invierno marca el punto extremo de la noche y, al mismo tiempo, la primera victoria del día: la luz que renace, por primera vez mínima, frágil, casi imperceptible, pero paradójicamente, ya invencible. En conexión con este fenómeno físico, encontramos otro análogo: el despertar del Principio interior, la irrupción del Yo real sobre el yo empírico, el inicio de una regeneración interior que tendrá su plenitud en el despliegue espiritual del hombre. Para Medrano no podemos establecer una separación entre naturaleza y espíritu, ambos son vertientes de un mismo orden simbólico. Todo lo que ocurre en el cielo también sucede en el corazón. Y así como el Sol renace en la bóveda celeste, así también renace el Logos en la profundidad íntima del ser humano.
La Navidad se convierte así en un presente perpetuo, en un nacimiento siempre actual, más allá de una conmemoración circunscrita a una cronología, a una fecha terminal del año. Lo que sucedió en Belén no tuvo lugar «una vez», sino que ocurre sin cesar. Su expresión histórica no deja de ser un reflejo visible de un misterio eterno. El Belén palestino se convierte en un lugar arquetípico, con una geografía interior, con una topografía que remite al alma misma. Nuestro autor, Antonio Medrano, hace del Portal de Belén el símbolo por excelencia de este misterio: cueva y montaña al mismo tiempo, como representación de la cavidad profunda del corazón humano, el santuario interior donde Dios nace. El Portal de Belén no es un símbolo pintoresco, es la imagen del Centro, el punto de intersección entre lo humano y lo divino, donde el hombre puede vivir lo que los místicos de todo tiempo conocen como «el nuevo nacimiento». Así se nos presenta la Navidad, como un verdadero acontecimiento metafísico, de renovación ontológica, que tiene un auténtico valor de transfiguración más allá de ser un rito de invierno o una celebración social.
Antonio Medrano dedica un amplio y detallado análisis al simbolismo asociado al Portal de Belén en páginas de una extraordinaria belleza, a través de las que emergen con fuerza uno de los núcleos más profundos del libro. El Portal es un símbolo total, una síntesis de múltiples niveles que se entrecruzan hasta confundirse. El autor muestra con claridad su doble naturaleza: el hecho de que es un establo humilde y a la vez una caverna, un refugio unido a la montaña. Esta doble figura es la que permite desplegar una serie de correspondencias simbólicas que son esenciales para comprender el nacimiento divino.
La cueva, ese símbolo omnipresente en todas las tradiciones sagradas, que representa el espacio interior, el claustro materno, el útero cósmico donde se gesta la vida. Asociada a la montaña, se convierte en la cámara secreta del Centro del Mundo, el punto donde se realiza la unión entre cielo y tierra. La Navidad nace en un lugar que participa del ternario tan recurrente en la metafísica extremo-oriental, de lo profundo a lo elevado, y de lo humano a lo divino. El Portal es interioridad absoluta, un espacio donde prima el silencio y el recogimiento, convertido en el teatro de la manifestación del Misterio.
Creencias religiosas en la China antigua
Eduard Erkes
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2022 |
Páginas: 144
ISBN: 979–8846739079
La cueva navideña es una caverna iniciática, como la que nos describe René Guénon, donde tiene lugar el segundo nacimiento, el paso de las tinieblas a la luz y, en definitiva, el comienzo de la vida espiritual. El Portal se postula así es un mitreo cristiano, en un santuario donde el nacimiento físico del niño simboliza el nacimiento espiritual del alma iluminada. Toda la escenografía que tiene lugar en este espacio, con los rayos que irradian del Niño, la paja dorada que lo envuelve o el color áureo que inunda toda la escena nos remiten a ese amanecer interior del que nos habla Jakob Böhme, la Aurora, la primera luz de la presencia divina en la psique.
A toda esta dimensión iniciática representada por la cueva se une otra fundamental: el simbolismo solar, dado que la mítica Belén se encuentra ligada etimológica y míticamente al Dios celta Belenos, figura solar por excelencia. El nacimiento de Cristo en Belén es la insuperable transposición cristiana de un mito universal: el Sol que nace en la noche más larga. Cristo es el «Sol del mundo», el «Sol de justicia», el «Hijo-Sol», y el Portal el horizonte interior donde este Sol comienza a ascender. La Navidad se convierte entonces en un misterio solar interior, en una epifanía del Logos que destruye las tinieblas de la ignorancia y del pecado.
Pero el simbolismo del Portal no se agota aquí, sino que el análisis de Medrano contempla una conexión entre una vertiente interior y otra exterior del mismo: la caverna del corazón. En su centro más íntimo del ser es donde brilla la luz que procede del Logos. Es el lugar de encuentro de multitud de tradiciones, un encuentro entre Oriente y Occidente, entre la mística cristiana y la metafísica védica. La gruta navideña no solo es el lugar de nacimiento del Niño, sino que también representa la matriz profunda del hombre, de su Yo esencial y trascendente.
Volver a la ascesis
Cristianismo y Tradición
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 188
ISBN: 978-1-961928-34-3
El nacimiento interior, de la teología mística al despertar del Yo
Hemos visto cómo el simbolismo del Portal constituye la arquitectura exterior del Misterio, que encuentra una continuidad perfecta en el artículo «El mensaje interior de la Navidad. El nacimiento de Dios dentro del alma». La tesis central en este artículo está clara: la Navidad anuncia un nacimiento que además de histórico y cosmológico es sobre todo interior. Como en las mejores tradiciones de la mística de Dionisio Areopagita o Meister Eckhart, Cristo debe nacer en el alma, y sin este nacimiento interior la Navidad queda mutilada, reducida a un folclore piadoso vaciado de toda vitalidad.
Medrano toma para ello todas las enseñanzas del esoterismo cristiano y nos adentra en un recorrido a través de las contribuciones de los autores mencionados con anterioridad, en lo que es una hermosa síntesis sobre las contribuciones del misticismo germánico y anglosajón (Eckhart, Böhme, Tauler, Silesius, Law y Weigel). Para estos maestros, el nacimiento de Cristo en Belén es la imagen del nacimiento de Dios en el alma. Se trata de la aparición del Yo verdadero, del Yo divino, del Yo que se identifica con el Hijo eterno. Cuando el Yo nace, el ego cae, se desmorona y termina deshecho en la nada. Así, la divinización del hombre llega a través de la acumulación de méritos, por la irrupción del Logos en su interioridad.
William Law es admirablemente interpretado por Medrano, y nos ofrece una de las metáforas más luminosas y esclarecedoras: Cristo debe convertirse en un «Sol interior», pues sólo quien tiene el Sol dentro puede recibir el Sol exterior. Esta imagen termina de sellar la profunda unidad entre cosmología y psicología espiritual: el solsticio físico y el solsticio interior son dos aspectos del mismo misterio. La Navidad, en este sentido, es un rito cósmico interno que reactualiza en el alma el movimiento del Sol en el cielo.
Meister Eckhart eleva esta doctrina a un nivel más riguroso: el hombre debe «hacerse Hijo», debe convertirse en lo que el Hijo es eternamente en el seno del Padre. Al hablar de nacimiento no se debe entender en el plano de una mera metáfora, sino en el plano del Ser profundo, como categoría ontológica, se trata de la actualización en el alma de la filiación divina. Johannes Tauler, a través del concepto de Seelengrund (el fondo del alma), desde lo innombrable e inefable, aporta la clave decisiva: Dios se engendra en nosotros allí donde no hay forma, donde no hay nombre ni ego. El nacimiento de Cristo es un acontecimiento sin palabras ni imágenes, sin representaciones; se trata de una pureza absoluta que exige la virginidad del alma, su desapego, su vaciamiento y obediencia. Antonio Medrano recoge todas estas enseñanzas y las transmite con una claridad sorprendente que narra la transfiguración interior del Yo empírico, en su dimensión física e inmanente, del que surge el Yo eterno. De ahí que la Navidad sea una fiesta de purificación, ascenso e iluminación; una fiesta del fuego y la luz.
Un trasfondo primordial
No podemos obviar la importancia y significación que tiene el tema de la «Patria Ártica», muy necesaria, que despliega una visión audaz y coherente que nos remite a la antigüedad del misterio navideño, que enlaza con las tradiciones hiperbóreas e indoeuropeas. Hablamos, como con anterioridad, de una dimensión metafísica del misterio y que nos conduce directamente a la memoria de un origen nórdico-solar, un centro primordial situado en la región polar, donde la luz reina durante medio año y el Sol experimenta un retorno más puro en el solsticio.
¿Qué es la metafísica?
Entrevista con Bruno Bérard
Bruno Bérard y Annie Cidéron
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2025 |
Páginas: 148
ISBN: 978-1-961928-32-9
La Patria Ártica no debe entenderse como localización geográfica en sentido estricto, puramente geográfico, sino como la región original del Espíritu. El Norte aparece como el punto cardinal del Eje del Mundo, la morada del Polo, del punto inmóvil. Del mismo modo, la luz tampoco es un fenómeno únicamente físico, sino que obedece a un principio espiritual. El Sol nace como manifestación del Espíritu eterno. La Navidad, desarrollada en el solsticio de invierno, sería así una reactualización del misterio polar: el renacer de la luz en el punto extremo de la noche.
Esta visión entronca directamente con la Tradición Primordial y las lecturas de René Guénon y Julius Evola, y permite entender que el Cristianismo no opera una destrucción sobre las doctrinas indoeuropeas, sino que las transfigura. Cristo nace en Belén pero, como hemos dicho antes, se vincula simbólicamente a Belenos, al dios solar céltico. La fiesta cristiana de la Navidad absorbe, depura y eleva los antiguos mitos solares sin desvirtuarlos en la realidad de su concreción histórica. De tal manera que la Navidad funciona como un vector en el que entroncan la Revelación cristiana y la Tradición Solar y Ártica, nuevamente asistimos a la confluencia entre Oriente y Occidente, Y en otro plano, podríamos hablar del encuentro entre la «Sabiduría del Norte» y la Encarnación cristiana. De esta conjunción de elementos tradicionales nace el Cristo-Sol que asciende y es el heredero absoluto del Sol polar que nunca se pone.
Destaca además la interpretación del árbol de Navidad, que Medrano también disecciona en sus significados metafísicos más importantes, más allá del origen nórdico. El árbol aparece como la columna del universo, como el puente entre lo visible y lo invisible, que hunde sus raíces en la tierra para elevarse hacia el cielo. En la tradición indoeuropea el árbol es morada del Sol, donde un ave solar, ya sea un águila o un halcón, se refugia para renacer. El árbol de Navidad, iluminado con pequeñas llamas se transforma en un árbol solar, en un Lichtbaum, que llama al Sol y lo acoge en su cima. La estrella que corona el árbol es el signo de ese Sol que asciende hacia su propio origen.
El árbol representa el cosmos, pero también el alma. El Sol divino busca el corazón del hombre, mientras que el pesebre del Portal, con su paja dorada y el nido, como también lo es la copa luminosa del árbol navideño. Y en ese mismo plano el hombre debe prepararse, como el árbol, para ofrecer una morada al Sol interior. Debe convertirse él mismo en el «árbol del Sol», en soporte del Principio divino. El árbol de Navidad aparece como un símbolo de la antropología sagrada.
El autor: Antonio Medrano
Antonio Medrano nació un 6 de marzo de 1946 en Badajoz en el seno de una familia de empresarios agrícolas e industriales, con un origen militar muy marcado por parte de su vía paterna. Su padre fue piloto del Ejército del Aire. Su formación universitaria lo llevó a cursar la licenciatura de Ciencias Empresariales en el centro madrileño ICADE, donde también tuvo un paso breve como profesor, lo que le aportó una base sólida en cuestiones de gestión, estudios sociales y dirección. Sin embargo, lo que marcó su vida fue el descubrimiento temprano de la doctrina tradicional, de una cosmovisión completamente antitética respecto al mundo moderno, que ha caracterizado toda su trayectoria intelectual como autor, y por la cual es especialmente reconocido en círculos intelectuales consagrados al pensamiento disidente y tradicional.
No obstante, y como nos señala la biografía elaborada por la propia Fundación Antonio Medrano, nuestro autor cultivó un perfil polifacético como traductor profesional, grafólogo, asesor de empresas, consultor internacional, estudioso de religiones comparadas, artes marciales, mística, simbología, filosofía, historia de las diferentes tradiciones de Oriente a Occidente y antropología espiritual. Su vasta cultura y conocimiento de múltiples lenguas y culturas le permitió conectar con diferentes tradiciones, lo cual dota a su obra de un indudable valor, amplitud y profundidad poco frecuente. El trasfondo de su obra, cierto eclecticismo reflexivo y el propio deseo de reconciliar lo antiguo y lo eterno con las necesidades del hombre moderno, han forjado una obra peculiar, evocadora y especialmente valiosa para las generaciones futuras, y que nos ofrece un legado valiosísimo para defender la Tradición frente a las iniquidades de la modernidad y sus fuerzas caóticas y disolutivas.
Este artículo se limita, por lo demás, a presentar brevemente, y sintetizando mucho la complejidad del autor y de la obra, en un esbozo insuficiente pero necesario, especialmente para quienes todavía no gozan de la fortuna de penetrar en la obra del autor extremeño, que bien podría nutrir esas lecturas fundacionales, especialmente iluminadoras, que los más jóvenes y bisoños en la materia, con el ímpetu siempre desbordante de los años mozos, pueden encontrar especialmente útil.
Igualmente, la temática de la obra, en coherencia con las fechas actuales, es un regalo perfecto para quienes todavía muestran un ápice de esperanza y buscan pertrecharse en las tradiciones verdaderas, las que nos remiten al tiempo de los orígenes, al no-tiempo, a ese principio de Eternidad que nuestros tiempos desconsagrados tanto precisan.
Desde Hipérbola Janus sólo podemos reiterar nuestro agradecimiento, una vez más, a la Fundación Antonio Medrano y a quienes se han comprometido en la defensa de su memoria y de su obra, y al propio autor, que aunque ya no se encuentre entre nosotros, en este plano de la existencia, nos honra con tan bellas páginas e inmortal legado.



